“Educar, arte de filósofos”.
Los grandes maestros mexicanos
Marco Ornelas
Quien es de verdad maestro no se toma nada en serio
si no es en relación con sus discípulos;
ni siquiera en relación consigo mismo.
Nietzsche
“La educación es el arte filosófico por excelencia”, escribió Antonio Caso en su ensayo: “Educar, arte de filósofos”. Como se sabe, Antonio Caso junto con Alfonso Reyes, José Vasconcelos y Pedro Henríquez Ureña, fueron los cuatro grandes fundadores del Ateneo de la Juventud en 1909. A ellos, además, se les conoce también como los grandes maestros mexicanos. Todos ellos cuentan con una obra amplia y profunda. Reyes y Vasconcelos además de ejercer la reflexión lograron conjuntar también la acción.
Revolucionarios todos ellos, críticos del positivismo que se venía arrastrando desde el porfiriato, introdujeron en México las nuevas ideas que se estaba gestando en el viejo continente. Estos grandes maestros empezaron con pequeños grupos de reflexión donde se discutían a las obras de los autores más importantes del momento, para después pasar a conferencia públicas.
No bastaba con contemplar al mundo, ellos querían renovarlo. Dar a las nuevas generaciones nuevos caminos para ser ciudadanos en un país que empezaba a modificarse de los lastres pasados.
Reyes eligió la lectura crítica de los clásicos grecolatinos, Caso y Vasconcelos a los autores franceses que empezaban a despuntar por su genialidad en la Europa del recién siglo XX.
Se dice que al Ateneo de la juventud llegó a contar con más de 60 miembros. A parte de los cuatro grandes maestros estaban otras personalidades que se dedicaron a replantearse críticamente al nuevo México, entre ellos se encontraban: Martín Luis Guzmán (autor de la novela que se recomienda por el Bicentenario, “La sombra del Caudillo”), Julio Torri, Ricardo Gómez Robledo, Jesús T. Acevedo, Enrique González Martínez, Manuel M. Ponce y Diego Rivera.
Antonio Caso es quizá el maestro por antonomasia mexicano. Estudio Jurisprudencia (ahora licenciatura en leyes), fue el primer secretario de la Universidad Nacional de México, al ser fundada por don Justo Sierra. Catedrático fundador de la escuela de Altos Estudios, antecedente de la actual facultad de Filosofía y Letras (de la UNAM). Caso inició los cursos de filosofía. Su obra más importante es: “La existencia como economía, como desinterés y como caridad”.
José Vasconcelos en un día 15 de mayo, cuando era el secretario de educación (“jefe de los maestros”, como él mismo se llamaba) les dijo a los maestros mexicanos: “… la patria podrá salvarse, merced a la virtudes que ustedes practican”.
En efecto y sin dudar creo que los maestros tenemos una fuerte responsabilidad con el futuro de los jóvenes mexicanos. No basta con conseguir una plaza pública o simplemente comprarla, no basta con conseguir clases en una escuela privada a través de las influencias, no basta con sindicalizarse para hacer de la sorna su mejor labor, no basta con cobrar un sueldo y hacer como que se trabaja 50 minutos en el aula, no basta con terminar una licenciatura y nunca más actualizarse, no basta con hacerle la vida dura al alumno, hay que enseñarle, no basta con profesar ideas huecas y hacer lo contrario en la práctica.
Hay que hacer de nuestra labor una cruzada como quería el maestro José Vasconcelos al pedirles a los maestros en su festejo lo siguiente:
“Haced de la educación una cruzada y un misticismo; sin fe en lo trascendental no se realiza obra alguna que merezca el recuerdo. El magisterio debe mirarse como una vocación religiosa y debe llevarse adelante con la ayuda del gobierno, si es posible; sin su ayuda, si no la presta, pero fiándolo todo en cada caso a la fe en una misión propia y en la causa del mejoramiento humano”
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