Los panistas destruyeron la paz social de los mexicanos Durante décadas y por varias generaciones los mexicanos pudimos vivir en armonía y con desarrollo a lo largo y ancho del país. Los gobiernos federal y locales lograron mantener la estabilidad política y el crecimiento económico de México. El llamado “milagro económico” fue una realidad en nuestro país. La explosión demográfica fue menor al crecimiento económico y hubo un avance constante en todos los ámbitos del desarrollo nacional: empleo, educación, salud, desarrollo económico, social y político eran una realidad. Es verdad que no existía la equidad electoral como la de ahora pero había competencia por el poder político al interior del partido hegemónico. La familia revolucionaria que había iniciado la transformación del país estaba agrupada desde 1929 en un gran frente nacional que, en esencia, enfrentó sólo cuatro crisis políticas: la de Juan Andrew Almazán, Ezequiel Padilla, Miguel Enríquez Guzmán y Cuauhtémoc Cárdenas. A pesar de ello, el Partido de la Revolución tenía una gran solidez. La paz social era plena de frontera a frontera y de costa a costa. Las mujeres, los jóvenes, los adultos y todos podíamos transitar por las calles de cualquier ciudad de la República y prácticamente a cualquier hora del día con toda tranquilidad y seguridad. Había dos o tres barrios en cualquier lugar de México que era recomendable no visitar si no se tenía nada en particular a qué ir. Cualquier familia mexicana, acaudalada o con pocos recursos, podía viajar por los caminos y carreteras de México por transporte público o privado sin mayor sobresalto. Aunque poco transitadas, eran seguras las autopistas, las carreteras y cualquier camino del territorio nacional. La más de las veces la oferta electoral del PRI a la ciudadanía en cualquier elección era la paz social, producto que todos los mexicanos comprábamos. La paz social implicaba empleo, educación, salud, seguridad pública, seguridad jurídica, en un solo concepto: bienestar social. La sociedad mexicana de cualquier nivel, ya fuera del campo o la ciudad, lograba subsistir. Es verdad que existían muchas limitaciones económicas y que había insuficiencias, pero todo aquél que se lo propusiese por más modesto que fuese su origen, obtenía un título universitario por supuesto que de la Universidad Nacional Autónoma de México, del Politécnico Nacional o de cualquier universidad pública o instituto tecnológico del país, logrando con ello la tan anhelada movilidad social. Había empleo, lo que permitía a cualquier jefe de familia enviar a sus hijos a las escuelas públicas, así como afiliarse al IMSS o al ISSSTE. Desafortunadamente la democracia electoral no avanzó con la misma rapidez que los mexicanos hubiéramos querido aunque había elecciones y eran periódicas en todo el país con excepción de los lugares donde los usos y costumbres imperaban. Pero no hay que perder de vista que durante muchos años solo existieron cuatro partidos políticos nacionales y desafortunadamente ni ayudándolos, ni queriendo, ganaban elecciones. Con hechos aislados menores como las expresiones de la guerrilla a finales de los años 60 y 70 o el levantamiento armado en Chiapas muchas generaciones de mexicanos en la época posrevolucionaria y moderna no conocimos el desasosiego que ha generado el crimen organizado. Situación que tiene su origen en la incapacidad, inexperiencia, frivolidad y falta de conciencia social de los gobiernos panistas. Ellos han acabado con la paz social que durante décadas presumimos no solo a Centro y Sudamérica, sino a todo el mundo. Hoy por el contrario, en varios estados de la República se vive en completa zozobra. Poblados fantasmas, ciudades desiertas, casi tres millones de desempleados, siete millones de “ninis”; sin oportunidades e insuficiencias en la matrícula educativa está creciendo nuestra niñez; servicios médicos limitados y de baja calidad; corrupción galopante en la administración pública; ejecuciones a diario de mujeres y jóvenes inocentes es la realidad del México del 2011. Desafortunadamente millones de mexicanos en distintos puntos de la ciudad tenemos a nuestras familias encarceladas en nuestra propia casa, el salir simplemente representa un riesgo de vida, el terrorismo del crimen organizado está paralizando a la sociedad y nuestros gobiernos no hacen lo suficiente para poder cumplir con la más elemental obligación que tiene cualquier gobierno con sus habitantes: seguridad. Pero eso sí, el presidente Calderón buceando en Cozumel en compañía de su familia desde el pasado lunes y preparando sus maletas para irse al Vaticano a la ceremonia de beatificación de Juan Pablo II. La laicidad del Estado no importa para el presidente de la República, es más fuerte la libertad religiosa de Felipe Calderón. Por otro lado, la administración federal depositada en jóvenes soberbios, inexpertos, sin experiencia, peleándose a destiempo por una candidatura presidencial. La mayoría de los mexicanos nos preguntamos, ¿qué no hay nadie medianamente razonable en el gabinete legal o ampliado que le pueda hacer ver al Ejecutivo federal lo mal que están las cosas? El único consuelo por fortuna que tenemos muchos es que ya solo faltan 19 meses para que acabe esta desgracia. José Luis Camacho Vargas Fuente.panistas destruyeron paz social mexicanos tejido sociedad roto violentado economía guerra contra pueblo
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