Waters 'cimbra' al Palacio de los Deportes El ex bajista de Pink Floyd se presentó ante 14 mil personas en el DF CIUDAD DE MÉXICO | Domingo 19 de diciembre de 2010 Julio Alejandro Quijano | El Universal Minuto 1: Roger Waters alza las manos, arenga a los 14 mil mexicanos que lo vitorean y se enfunda en una gabardina negra que tiene el brazalete con la insignia de los martillos en forma de cruz. Waters -el que fuera un niño poeta incomprendido y maltratado por sus maestros, y luego un joven músico depresivo y tímido- corre con desparpajo hasta el proscenio donde es alabado y aplaudido por sus feligreses. Waters -que escribiera The Wall para aislarse del mundo- recibe la adoración y gloria del rockstar mientras canta la primera del concierto en el Palacio de los Deportes, "In the flesh" Afuera del foro, en la calle Atletas y frente a la Escuela Superior de Eduación Física, un joven anda con mil pesos en la mano. Un revendedor se le acerca: "¿Qué quieres amigo?". El joven contesta con la ingenuidad de sus mil pesos a la vista de todos: "Pus entrar al concierto". "Eso ya lo sé. Pero qué necesitas". Otra vez el ingenuo: "Un boleto". El revendedor toma la iniciativa: "Mil setecientos pesos, son boletos de en medio". El joven le enseña su efectivo. La respuesta es clara y cruel: "No manches, no es cualquier grupo, es Pink Floyd". En realidad no es Pink Floyd, es Roger Waters con la reposición de The Wall, espectáculo teatral-muiscal-operístico-político que presentó por primera vez hace 30 años y que ahora ha decidido montar de nuevo con algunos significados nuevos y además, un avión. Sí un avión que al final de "In the flesh" cruza el cielo y se estrella contra algunos bloques del muro que ha levantado Waters en el escenario. Minuto 5: Pickford C., Agha Soton, Kiria A., Shultze Arn. Todos ellos han cruzado "el delgado hielo" de la guerra. Y todos han muerto. Son militares y civiles fallecidos en acciones bélicas de la Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Vietnam, la guerra en Afganistán, etcétera. Decenas de nombres que son proyectados en una pantalla circular cuando The thin ice es interpretado por Waters quien, por cierto en los intermedios de cada uno de los conciertos de The Wall Live se reúne tras el escenario con veteranos de guerra para rendirles un homenaje. Minuto 15: La marioneta gigante de un maestro monstruoso (la cara deforme, desfigurada e indudablemente víctima de la cirugía plástica) es insultada por los 14 mil espectadores que le gritan el coro de Another Brick in the wall: "We don't need no education / We don't need no thought control / No dark sarcasm in the classroom / Teacher leave them kids alone". 15 minutos. Fue el tiempo que bastó para que Roger Waters hacer verdad la adoración de los 14 mil mexicanos que luego de este comienzo apabullante le gritan que es su héroe, que el rockero progresivo más importante en los últimos 50 años ("el mas chingón" sintetizó alguien) y que The Wall Live es un concierto histórico. 15 minutos para justificar los hasta 5 mil pesos que algunos de sus fans pagaron por un boleto en la reventa. Por cierto, La historia del joven con los mil pesos en la mano deriva en discusión ética. "Pus es Pink Floyd pero no el de los setenta". El revendedor replica: "Si eres su fan, tienes que ver The Wall en cualquiera de sus versiones". El joven, al tiempo que guarda sus mil pesos, dice: "En mi opinión, hay algo de mercadotecnia en esta gira; todo mundo allá adentro sabe lo que sucederá, es un concierto predecible y sin el significado de su primera versión; ahora, según he leído, introdujo un montón de significados políticos e ideológicos". En efecto. Y Waters lo explica, por ejemplo, cuando hace una explicación antes de "Mother". "Vamos a hacer un experimento, un viaje en el tiempo con esta canción para ver qué les dice a ustedes ahora". Y luego en Good bye Blue Sky, se proyectan sobre el muro insignias de Mercedes Benz, estrellas de David, cruces de Jesucristo, logotipos de Shell; y todas se convierten luego en tumbas, en muertos. El joven en la calle, al final, prefiere quedarse con sus mil pesos mientras el revendedor le recrimina: "Entonces no eres fan de los Floyd". El joven le dice para terminar: "Lo soy; sé que al principio de disco se escucha una voz que dice: " empezado aquí"; y que al final esa misma voz dice: "Acaso no hemos". Si las juntas, el mensaje es de un locura cíclica: "¿Acaso no hemos empezado aquí?". Eso le sucede a Waters con su Muro: aquí empezó, y aquí vuelve". La frase no es parte del concierto. En cambio, Waters termina con una bandera de México que ondea y provoca en sus 14 mil fans, una devoción que en efecto, es cíclica: no tiene final. Fuente.roger waters the wall palacio deportes méxico conciertos show tecnología cantautores tocadas performance crítica sistémica psicología traumas muros contra exterior venganzas muerte interior vidas destrozadas ambiciones clase dominante masacres negocios
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